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En cartel

1917

(Sam Mendes, 2019)

El horror de la guerra a escala humana.

Es sabido que siempre que se cuente un suceso, por más cruento que éste sea, siempre es más terrible si lo conocemos a través de protagonistas concretos y no datos y cifras. En esta línea apunta este film que vuelve a la Primera Guerra Mundial, evento histórico ineludible a la hora de pensar la historia del siglo XX y el cambio de nuestro mundo a partir de allí.

El director inglés de cine y teatro, Sam Mendes, nació el 1 de agosto de 1965 y estuvo casado con la actriz Reese Winslet durante varios años. Después de hacer algunos trabajos para televisión, saltó a Hollywood con el impulso y aprobación que recibió su película Belleza americana (1999), que le dio un Oscar como director, además de otras categorías que incluyeron también el premio a la mejor película. Una vez instalado en la industria americana, hizo dos versiones de la saga de James Bond (Skyfall y Spectre). Pero su capacidad para construir dramas intimistas puede apreciarse en la película como Sólo por un sueño (Revolutionary road, 2008), en que el campo de batalla es el del matrimonio de April y Frank, encarnados por unos destacables Kate Winslet y Leonardo Di Caprio respectivamente, que ya habían trabajado juntos en Titanic (1997). Los mismos encarnan un matrimonio de los años 50, que vive en los suburbios de Connecticut. A los sueños de una vida bohemia y artística de actriz en París de April, parece oponerse una cotidianeidad familiar que, a pesar de las apariencias, se resquebraja día a día. Un drama duro, que se apoya en sus grandes actuaciones y que deja en claro el interés del director por hurgar en el aspecto emocional de sus personajes más allá de sus fachadas. La película está basada en la novela Vía revolucionaria de Richard Yates, adaptada en un guión de Justin Haythe. También supo incursionar en los géneros, más precisamente en el policial negro en el film Camino a la perdición (Road to perdition,2002) con muy logrados ambiente y fotografía (recibió un Oscar por ella) y con actuaciones de Tom Hanks, Paul Newman y Jude Law entre otros.

En 1917 el planteo de la trama es simple y permite acercarse a las dimensiones de la guerra a través de un hecho concreto, que se basa en los relatos del abuelo del director. La fecha indicada en el comienzo es el 6 de abril de 1917, con lo que la tentación inmediata es asociarlo con el ingreso de EEUU en esta guerra, aunque en realidad no tiene conexión con ello. Como se ocupó de aclarar el director, no es que este hecho en sí con estos dos hombres haya existido, sino que quedó fuertemente arraigada en su memoria la narración de su abuelo de estas tareas que le eran encomendadas con frecuencia dada su pequeña altura. La trama es pequeña, dos cabos de del ejército inglés deben entregar un mensaje a otro regimiento y para ello deben cruzar, entre otras cosas, territorio enemigo. Se trata de frenar un ataque inglés que va a llevarse a cabo por haber caído en la trampa de los alemanes y haber creído que se habían replegado. A los alemanes, así como lo hacían los franceses, los llaman despectivamente los “boches” ya desde el siglo XIX, un juego de palabras creado a partir de la deformación de un término alemán y que vendría a significar finalmente algo así como cabeza dura. Por supuesto, como ocurre en muchos casos, más allá del significado en sí de la nueva expresión, su significado está directamente asociado a la mirada de desprecio que conlleva y su arraigo hizo que continuara utilizándose durante la Segunda Guerra Mundial y sea conocida hasta el presente en dichas tierras.

El camino que se abre para la misión será sin duda una alegoría del campo de batalla, y la voluntad de vivir, a través de la primera persona con la que se cuenta el film (por más que la misma pueda jugar entre ambos soldados), como se vivió entre trincheras un conflicto tan atroz que cambió para siempre la historia occidental y que marcó el momento en el que se comenzó a utilizar tecnología de avanzada al servicio del enfrentamiento bélico. Se trata “simplemente” de acompañar, como si se tratase de un juego de simulación, el camino de estos dos hombres que recorrerán las trincheras, atravesando campo abierto que había sido tomado por el enemigo, un pueblo bombardeado en el que una mujer cuida de un bebé que no es propio, lo que nos va haciendo experimentar permanentemente la tenue frontera entre la vida y la muerte que allí se hace presente a cada paso. Para lograrlo, hizo falta, por un lado, actuaciones protagónicas a la medida del extenuante trabajo de dos actores no conocidos como Georges Mackay y Dean-Charles Chapman, que cargan en sus hombres la película, y sólo son apenas escoltados por nombres más rutilantes como Colin Firth, Benedict Cumberbatch y Mark Strong. Pero existe también otra decisión, la de no crear un relato que busque conmover con grandes escenas emotivas, sino que se construye a partir de una precisión técnica de tipo quirúrgica. Una cámara steadycam que acompaña a los soldados y, por momentos, nos hace dudar si los que respiran son ellos o nosotros mismos. Esto se logra también por el disimulo en los cortes, que nos hacen sentir que los largos planos son en realidad un solo plano secuencia que ocuparía todo el film, lo que, como ha señalado el director, fue pensado desde el inicio del proyecto cuando él colaboró en la escritura con Krysty Wilson-Cairns. Como en películas como La soga de Hitchcock, El arca rusa o hasta Birdman, el experimento de trabajar la idea de una película completa en un plano continuo es siempre una forma de virtuosismo, sea así o lo parezca a través de lo hecho en el montaje, recurso cinematográfico fundamental (Lee Smith en un trabajo casi invisible, lo que lo hace aún más meritorio). Por eso, a pesar de lo contenido de su tono y filmación, lo depurado de su trabajo con las emociones, la propuesta nos ofrece una cercanía extenuante. El mérito es entonces también para quienes trabajaron la dirección de arte, Dennis Gassner y Lee Sandales, y sin duda la fotografía en manos del colaborador frecuente de este director y de los hermanos Coen, Roger Deadkins (Blade Runner, Fargo, Sin lugar para los débiles, El lector).  De hecho, para poder reunir todas estas condiciones fueron necesarios meses de ensayo para poder hacer pruebas en locaciones, de luz dado que el director de fotografía trabajó utilizando luz natural y más precisamente las nubes y su sombra, el trabajo con maquetas en la construcción del set, pruebas con los actores para verificar tiempos que ellos necesitaban para atravesarlo, etc. Es decir, se imponen una importante pre postproducción.

Un film que apunta a la memoria de esta guerra que, una vez cumplido el aniversario, le generó al director la intención plasmar algo de esas vivencias que le fueron relatadas para que no se olviden rasgos fundamentales de la misma contadas por un protagonista y testigo. Sin duda, puede pensarse en muchas películas bélicas cercanas, de algún u otro modo, a ésta. Como pueden ser algunas más clásicas (que siempre permiten volver a verse), como El gran desfile, de King Vidor (The Big Parade,1925), La patrulla infernal (Paths of glory, Stanley Kubrick, 1957), y las más recientes Salvando al soldado Ryan (Saving Private Ryan, Steven Spielberg, 1998), y el comentado documental de la BBC Jamás llegarán a viejos que se estrenó en nuestro país en cines (They Shall Not Grow Old, Peter Jackson, 2018) con muchas imágenes de archivo del acontecimiento que fueron coloreadas.

Es por ello, que el galardón que recibió como mejor película y Mendes como realizador en los recientes premios Globo de Oro, fue una sorpresa, pero no carece de lógica en relación a aquello que buscan destacar estos reconocimientos. Lejos de cualquier grandilocuencia, aquí la épica se construye a escala humana. Y es por ello que se trata de un film que sentimos en el cuerpo y del que nos cuesta salir.

 

 

 

 

 

 

Tráiler 1917

 

                  FOTOGRAMAS

Belleza americana (American beauty)

Sam Mendes
1999

Sólo por un sueño (Revolutionary road)

Sam Mendes
2008

Camino a la perdición (Road to perdition)

Sam Mendes
2002

1917

Sam Mendes
2019

1917

Sam Mendes
2019

1917

Sam Mendes
2019

 

 

MUJERCITAS

(Little women, Greta Gerwing, 2019)

Todas somos Jo March

Louisa May Alcott, una pionera

Muchas veces se cree que volver a un libro que ya fue muy adaptado no tiene sentido puesto que queda poco para descubrir en él. Sin embargo, esta transposición de la incipiente actriz y directora Greta Gerwing demuestra que no se trata de cantidad de veces sino de la capacidad creativa para actualizar las lecturas sobre ella, aun sin correrla de su época. Esta novela iniciática se irguió como una ceremonia de despedida de la infancia, y es recordada en nuestro país en su edición de la colección Robin Hood “de tapa amarilla” constituyendo una educación sentimental de generaciones y generaciones, sobre todo, de mujeres.  No fue la única dedicada a la familia March, dado que luego del enorme éxito que obtuvo cuando fue publicada en 1868, le siguieron Señoritas (Good Wives, 1969), Hombrecitos (Little Men, 1871) y Los muchachos de Jo (Jo’s Boys, 1886). Ya antes de escribir Mujercitas, había publicado un gran número de novelas de suspenso bajo el pseudónimo de A. M. Barnard.

Uno de los aportes de las miradas actuales sobre este material, fue el redescubrimiento de su autora, Louisa May Alcott, que, sin forzar interpretaciones anacrónicas, perteneció sin duda a los primeros tiempos del movimiento feminista, período conocido como Primera Ola. En efecto, además de escribir y buscar ganarse la vida con su oficio, venía una familia inusual para la época (su padre se mantenía bastante alejado de la vida familiar, y se dedicaba al estudio filosófico y un tipo de educación conocida como progresiva, aceptando niños afroamericanos en su establecimiento), era además abolicionista y sufragista. Es decir, se dedicó a buscar nuevos roles para la mujer en la rígida sociedad de la época tanto desde sus decisiones personales como en sus concepciones sociales, manifestando el derecho a voto de la mujer y buscando la igualdad a través de la lucha contra la esclavitud.

El redescubrimiento de un clásico

Nada de esto le fue ajeno a la talentosa Greta Gerwing que ya ha explorado con detenimiento rasgos de sus personajes femeninos tanto como actriz, sobre todo para películas de su ex marido Noah Baumbach (Historia de un matrimonio) como Frances Ha, que como directora en la historia del embarazo adolescente que cuenta en Lady Bird (2017), con la misma y sin dudas excepcional actriz que encarna aquí el rol protagónico de Jo, Saoirse Ronan. Por el contrario, realizó un trabajo de investigación exhaustivo que le permitió hacer dialogar a Mujercitas con otras obras de la autora, así como con su propia vida. Esto se aprecia, en dos cuestiones fundamentales. En primer término, al subrayar la conexión del personaje de Jo con ella, haciendo que, en su encuentro con el editor (Tracy Letts) que se da en la primera escena, éste le advierte que, para la próxima novela, si existe un personaje femenino debe casarse al final, o sino debe morir. Efectivamente, Alcott deseaba que el personaje de Jo, que como aquí se explicita constituye su alter ego, renunciase al casamiento por propia decisión, pero no le fue permitido. Es por ello que eligió que por lo menos no fuese con el pretendiente esperado, su vecino Laurie (Timothée Chalamet, Call me by your name, Un día lluvioso en NY), es decir, bajo las formas de una novela romántica convencional. Lo que, sin dudas, nobleza obliga, fue una enorme desilusión para las lectoras, como queda plasmado en la pregunta del editor sobre los motivos por los cuáles la muchacha no se casó con él. A lo que el personaje responde en forma lacónica: porque se casó con su hermana. Guiños, sin duda, que refuerzan la idea que aquí se impone: que tomar una novela devenida clásico implica recuperar también sus impactos de su lectura, aún más cuando la misma se vincula con la sensibilidad de la infancia. Es por esto que Gerwig, junto con la talentosa guionista Sarah Polley, supo incluir estos efectos emocionales y lograr que quien haya leído la novela atraviese la película más intensamente que alguien que no lo hizo. Esta propuesta metatextual, esta mirada crítica sobre el texto y sus impactos afectivos, convoca permanentemente al recuerdo de quienes iban viviendo en carne propia las experiencias de esta familia que debe salir adelante pese a la adversidad, lo que provoca una identificación epifánica en el presente, con los respectivos efectos movilizantes que esto genera.

Bajo este mismo planteo, la nueva estructura se propone un desafío que apunta también, en mayor medida, a pensar en la construcción narrativa del libro y sus personajes que a la sorpresa. A partir del quiebre de una trama lineal, se propone intercalar los tiempos del mismo a través de continuos flashbacks. Esta ruptura temporal, permite conectar fragmentos del presente con el pasado, a través de articulaciones temáticas o en cuestiones referidas a construcciones de personajes o de relación entre ellos. Es decir, el in crescendo dramático es relegado en beneficio del análisis narrativo. Nuevamente, esto permite que el gran número de personas que vuelven a ver esta versión del libro habiendo leído y/o visto las innumerables versiones del mismo previamente, aunque re-conozcan los sucesos de la trama que, además, se encuentran fuertemente respetados, renueven el interés en función de repensar lo leído/visto anteriormente. Pero también, se deja en claro donde se encuentran puestos los acentos de este relato, y donde no. Es así, por mencionar un caso, cuando sabemos desde el principio que Laurie cuando se encuentra con la menor de las March, Amy (Florence Puah), ya ha sido rechazado por Jo, lo que, naturalmente, sucede, en términos lineales, hacia el final. Queda en claro aquí que la decisión de la joven es subrayada como un acto de independencia destacable (que costaba leer dada nuestra “necesidad” de que eligiera a su “príncipe”), y, que el casamiento con Friedrich Bhaer (el francés Louis Garrel), se dará porque es una exigencia literaria de la época. En cualquier modo, se tratará de un compromiso amoroso distinto dada la tarea que ambos deciden llevar a cabo juntos. Fue la forma que encontró la autora de sentir que no se sometía del todo a las imposiciones de la época y que continuaba dándole a su heroína una posición activa y aguerrida.

También lo hace la directora cuando, en un momento de crisis del mismo personaje, la hace enunciar un parlamento de otro escrito de la autora que resignifica el momento y al film todo: “Las mujeres tienen mentes, además de corazón, ambición y talento, así como belleza, y estoy tan harta de que la gente diga que el amor es lo único para lo que una mujer es apta”, y como agregado original de este texto audiovisual, “Pero estoy tan sola”. A diferencia de los tiempos actuales, parecería decir la realizadora.

 Mujercitas a lo largo del tiempo

Un clásico tiene la capacidad de resistir el tiempo, y de renovarse en él. Pero, además, logra empaparse de la mirada de cada momento, enriqueciéndose a sí mismo y a nuestra mirada sobre nosotros mismos. El interés del arte cinematográfico por Mujercitas se dio desde los inicios del cine, dado que se conoce la existencia de versiones silentes de los años 1917 y 1918 que hoy se encuentran perdidas. La versión emblemática de este escrito surge en 1933, en blanco y negro, de la mano del director norteamericano George Cukor, conocido como un gran director femenino. Sin duda que parte de esto tiene que ver con la actuación de la importante actriz, fetiche de este realizador, Katharine Hepburn ( participaron como director y actriz en The Philadelphia Story, La costilla de Adán, Mi bella dama, etc) en el rol de Jo March, sumado sin duda al talento del director y a la identificación del espectador de entonces, sobre todo en el caso del estadounidense, que veía en esos tiempos de Guerra de Secesión un puente con los de la Gran Depresión que estaban viviendo y la posibilidad de un mundo cálido y esperanzado a pesar de ello. El caso de la versión de 1949, ya en technicolor, dirigida por Mervyn LeRoy, la particularidad se daba en que el personaje de Amy asumía un protagonismo mayor dado que ese interpretado por una joven Elizabeth Taylor.  Esta última transposición también le otorga mucho lugar en la narración, lo que resulta por la capacidad de Florence Pugh. A diferencia de la película actual, en éstas dos se subraya mucho más lo emocional, mientras que en el reciente estreno existen dos factores muy marcados que reflejan nuevas concepciones de mujer. El hecho de que todas las hermanas posean un costado creativo y lúdico, y la omnipresencia del dinero como vehículo para evitar el mandato de lograr ser mantenidas. En ese punto, el discurso paradigmático de la época está encarnado por la Tía March (Meryl Streep), que se decepciona porque estas mujeres no están buscan suficientemente un hombre de dinero. En la expresión más cercana, de 1994, nos encontramos ya con una directora mujer, Gillian Armstrong, que también se ubica en un momento posterior a las primeras en relación con el auge del feminismo. Esto se refuerza también en el personaje de Jo (Winona Ryder), y en el rol importante que asume el personaje de la madre, interpretado por Susan Sarandon. Esto también se observa en la última Mujercitas, con una Laura Dern en un registro diametralmente distinto al que le vimos recientemente en Historia de un matrimonio. Una mujer que busca ayudar social y políticamente y que intenta inculcárselos a sus hijas, tanto de su parte como de la del padre ausente por estar combatiendo. A la vez que las contiene y educa con una ayuda primordial, la señora que trabaja y vive con ellas, Hannah (Jayne Houdyshell, con pocas palabras, pero enorme presencia). No lo lleva a cabo como un mandato de ama de casa abnegada, sino como el fruto de una fuerza tan cándida y sutil como arrebatadora.

 

 

 

 

Tráiler Mujercitas

 

                  FOTOGRAMAS

Mujercitas (Little women)

George Cukor
1933

Mujercitas (Little women)

Mervyn LeRoy
1949

Mujercitas (Little women)

Gillian Amstrong
1994

3 Jo March

Katharine Hepburn (1933), Saoirse Ronan (2019),
Winona Ryder (1994)

Lady Bird

Greta Gerwing
2017

Mujercitas (Little women)

Greta Gerwing
2019

 

 

Jojo Rabbit

(Taika Waititi, 2019)

 

Se trata de la nueva fábula sobre el nazismo, en este caso del director neozelandés Taika Waititi, quien encarna en el film al mismísimo Hitler. O, en realidad, a la imagen mental del mismo construida por un niño llamado Jojo Betzler, gran actuación del joven inglés de doce años Roman Griffin Davis.

Nazismo y comedia

Este film no sólo dialoga con los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y la persecución de los judíos en Alemania, sino con varios films anteriores que intentaron como él nuevos abordajes sobre el tema. Este diálogo es, en algunos, más explícito que en otros. Tal es el caso del clásico ineludible de E. Lubitsch, Ser o no ser (To be or not to be, 1942), tanto en el tono como en algunos momentos concretos, como cuando se repiten infinitamente los saludos del tipo “heil Hitler” que termina construyendo un gag o cuando en aquel el saludo devenía un “heil my self”. En este caso, con herencia del humor de Groucho Marx, lo que queda evidenciado en un paso de comedia y a través del humor es la puesta absurda que muchas veces acompaña lo atroz. La idea de puesta en escena, que es un factor fundamental en aquel clásico film, como en otro en la misma línea, Los productores (1967) de Mel Brooks, donde también, como en el anterior, la ficción y la realidad se funden el relato en un tono jocoso. En el primer caso, un grupo de teatro polaco encabezado por el matrimonio de Josef Tura (Jack Benny) y María (Carole Lombard, quien fallece antes del estreno víctima de un accidente aéreo). En un principio, esta compañía de Varsovia tenía pensado representar una obra llamada “Gestapo” pero el ascenso de los nazis se los impide y terminan montando el clásico de Shakespeare que da título al film. Pero la actuación, lógicamente, no será un recurso utilizado sólo en el escenario, sino que deviene central para el desarrollo de la trama. También en Los productores, se trata de un proyecto teatral de Broadway en el que dos productores planean enriquecerse a través, paradójicamente, de montar el mayor fracaso, un desastre titulado “Primavera para Hitler”.  Como homenaje ya directo a Lubitsch el propio Brooks, esta vez como productor y actor, presenta una versión musical disparatada de To be or not to be (A. Johnson, 1983). Si bien en el film que acaba de estrenarse, no hay teatro ni actuación, la puesta tiene sin duda una composición distanciada del realismo y un preciosismo de cuento, un diseño de arte y vestuario, propios de la mirada de un niño con reminiscencias a los films de Wes Anderson. En particular, podemos pensar en Un reino bajo la luna (Moonrise Kingdom, 2012) que, si bien retrata los años 60, el universo infantil y sus niños boy scouts se acercan mucho al de esta fábula compuesta además fiel al estilo de aquel director en cuanto también a la frontalidad de sus planos y su uso del color.

Otro film inolvidable a la hora de pensar una comedia sobre estos hechos históricos es sin duda El gran dictador (The great dictator, 1940) de C. Chaplin. En ésta Chaplin, no casualmente, es el encargado de componer dos roles antagónicos, el dictador de “Tomania” Adenoid Hynkel y el barbero judío. También se introducen varios momentos de comedia, tanto física como “verbal”, con escenas memorables como la del globo terráqueo y los discursos que en su cocoliche y sonidos guturales tienen el mismo efecto de absurdo que antes se refería. También el tono de comedia se revierte hacia una expresión de un deseo de paz más ligado al drama.

Un elemento fundamental que tienen en común estas películas de Lubitsch y Chaplin es que están realizadas durante la guerra, lo que implica un vínculo entre el cine y la historia completamente distinto dada la mirada contemporánea, cunado muchos de los sucesos aún no habían tenido lugar y EEUU recién se involucraba en el conflicto. De hecho, el propio Chaplin, en su autobiografía escrita en los años 60, confesó que habiendo sabido del exterminio no hubiera podido reírse y ni siquiera haber realizado la película.

Con otra distancia histórica, existen dos películas obligatorias a la hora de pensar la posibilidad de hacer comedia sobre el horror del nazismo. La más conocida de ellas fue la película La vida es bella de Roberto Benigni (La vita è bella, 1997), tan polémica como exitosa, ganadora del Óscar a Mejor película Extranjera, en la que un padre intenta construir un mundo de fantasía para su hijo en el corazón de un campo. Este film habría tomado algo justamente del tono de El tren de la vida (Train de vie, 1998) del director francés de origen rumano R. Mihãileanu, que se supone que le había enviado previamente un guión a Benigni para que participara como actor del mismo. En cualquier caso, lo que se cuenta es la historia ficcional de habitantes judíos de un pueblo de Europa central, un “shtetl”, que simulan ellos mismos un tren de deportados para evitar que eso ocurra en la realidad. El viaje es un enternecedor retrato de costumbres y afectos que, como en el caso del film actual, vira hacia el drama. Como una cuestión ética que expresa implícitamente que, aunque se trabaje con cuentos y fábulas, la realidad de lo atroz tiene que abrirse paso en algún momento para mostrar lo que verdaderamente pasó.

 A la vez, muchos han marcado la inevitable conexión que nos traslada a Hitlerjunge Quex (H. Steinhoff, 1933) film de propaganda nazi iniciático en el que un joven se debate entre la fidelidad a un padre comunista y desempleado y su fascinación por las juventudes hitlerianas. Finalmente, y como exponente opuesto a éste último, cabe mencionarse la mucho más actual Bastardos sin gloria de Q. Tarantino (Inglourious basterds, 2009) en el que con espíritu de cómic y cine de aventuras lo real se invierte para dar lugar a otros finales posibles.

El espanto desde los ojos de un niño

En Jojo rabbit, el comienzo descoloca. Un niño de diez años, Jojo, que luego recibirá el apodo despectivo de Rabbit por no “ser capaz “de matar a un conejo dialoga con un hombre vestido de Hitler. El efecto es sin duda chocante, recurso que se aprecia también en un flim alemán bastante reciente, Ha vuelto, (Er ist wieder da, David Wnendt, 2015), en el que un hombre vestido de Hitler se mueve por Berlín lo que genera distintas reacciones en los transeúntes reales que están siendo filmados.

Luego, se abre paso “Komm. Gib Mir Deine Hand”, versión alemana de la canción homónima de los Beatles, los títulos se encuentran escritos en letras germánicas y se superponen imágenes de archivo de El triunfo de la voluntad de la documentalista de propaganda del Tercer Reich Leni Riefenstahl. La devoción de las masas junto con la música impacta en un anacronismo que, a la vez construye sentido. Como si se tratara de las imágenes del delirio que provocaban estos ídolos de rock ingleses, nos encontramos también ante un fanatismo sin dudas, pero mucho más perverso que aquel. Jojo corre motivado por su “amigo imaginario” hacia el encuentro de juventudes hitlerianas. Sin dudas, la película desanda luego este primer impacto, puesto que empieza a comprenderse el planteo que es más bien pedagógico. Este Hitler amistoso es producto de la mente de un niño, con lo que no dialoga con lo real sino con la capacidad imaginativa del mismo que intenta encajar en los patrones que se le establecen en esa sociedad. Los mismos perforan a las propias familias y las dividen, volviendo a los niños espías en sus propias casas. En un esquema más bien binario en su estructura, en este caso, su madre Rosie (Scarlett Johansson) es todo lo contrario a los dogmas que a este muchacho se le imponen, una mujer moderna que no pierde su capacidad vital y lúdica y que resiste en este marco aplastante y homogeneizador. El resto de su familia está ausente, una hermana fallecida y una figura de padre que debiera, aparentemente, ser vergonzante para él porque habría abandonado las filas de combate nacionalsocialista, con lo que la construcción de ese “padre déspota de la patria germana” funciona en la falta de una figura paterna. Pero para poder equilibrar este juego en el esquema antes planteado, está también sembrado el otro lado de su universo partido, que, como en los dibujos animados, tiene, por un lado, “el diablito” que le habla, pero también, del otro, surgirá un “angelito”, como forma de poner en imágenes la dicotomía del bien vs el mal y su transformación en la mente de un chico de 10 años.

El resto de los personajes secundarios que lo rodean colaboran en la construcción colorida y satírica que buscó crear el director, que como el mismo declara parte de una transposición de la novela Caging Skies, de la norteamericana Christine Leunens (se consigue en el país bajo el título El cielo enjaulado), pero lo hace con mucha libertad y menos oscuridad. Lo que se sostiene y es central para el análisis tiene que ver con, como se ha dicho, la construcción del punto de vista. Lo que nosotros sabemos está atravesado por el personaje central, y accedemos a través de él. De alguna manera, que la mirada esté puesta en Jojo, hace posible que cierta liviandad sea tolerable. La ficción parece buscar dar cuenta de que lo que vemos es de un preciosismo imposible, de un colorido en tonos pasteles que le da a todo un manto naif que parece, más que la búsqueda de recrear un mundo, la de develar el decorado del film en sí mismo (que fue rodado en República Checa) para dar cuenta de que se trata no de lo real sino de una mirada. También los personajes secundarios se dirigen hacia una suerte grotesco absurdo, como el oficial nazi en el fondo humano (casi un lugar común en películas de la materia), una suerte de bufón encarnado por el más que efectivo Sam Rockwell y la comediante estadounidense Rebel Wilson como una delirante instructora del campamento, estereotipo delirante del ideal de la mujer nacionalsocialista. Y, por último, y para ahondar en la ternura y el valor de la amistad, su fiel y simpático amigo Yorki.

Sin embargo, como en el Tren de la vida, se dijo que el cuento de hadas no puede sostenerse hasta el final y a partir de un momento comienza a desmoronarse toda la construcción de ese universo. El caos comienza a adueñarse de los planos y los techos y sus ventanas se convierten en testigos oculares de los acontecimientos. Como en la genial Transit de C. Petzold (En tránsito, 2018), un contrapunto musical quiebra una idea de tiempo lineal. En este caso, una versión de 1989 del original Héroes de D. Bowie de 1977 resignifica y actualiza la relación con el tiempo de la historia. Y nos revela que no se trata aquí de revisitar la historia sino de nuevas construcciones (y distancias) en relación a ella.

 

Tráiler Jojo Rabbit

 

                  FOTOGRAMAS

Ser o no ser (To be or not be)

Ernst Lubitsch
1942

Los productores (The Producers)

Mel Brooks
1967

El gran dictador (The Great Dictator)

Charles Chaplin
1940 (Estreno en Argentina 1945)

Ha vuelto (Er ist wieder da)

David Wnendt
2015

Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds)

Quentin Tarantino 
2009

Jojo Rabbit

Taika Waititi
2019

 

 

Bacurau

(Bacurau, K. Mendonça Filho, 2019)

Una de las sorpresas de la cartelera veraniega de este 2020 es sin duda el film Bacurau (2019) dirigido por K. Mendonça Filho Y J. Dornelles. Fue ganador del Premio del Jurado del último festival de Cannes (compartiendo el mismo con la producción francesa Los miserables (Les misérables (Ladj Ly, 2019) y también fue premiado en el Festival de Múnich entre otros.

Si bien se trata de un film absolutamente singular, puede, para empezar, emparentarse con otros del destacado director brasileño Kleber Mendonça Filho.  Su carrera comienza como periodista y crítico de cine, escribiendo para distintos medios y un sitio propio llamado CinemaScópio.

Como realizador comenzó con cortometrajes como Menina do Algodão (codirigido por Daniel Bandeira, 2002), Vinil Verde (2004), Eletrodoméstica (2005), Noite de Sexta Manhã de sábado (2006), y Recife Frío (2009). Éste último, se inicia de una forma similar a Bacurau, presagiando una distopía de un futuro cercano. El espacio donde ubica sus relatos es siempre el mismo, su lugar de origen, Pernambuco. El cortometraje cuenta que como consecuencia del desequilibro climático, Recife (capital del Estado de Pernambuco), pasa de ser una ciudad tropical a una zona fría visitada por pingüinos. A través del recurso de un informe de un programa de televisión argentino, en un formato de falso documental, se van mostrando diferentes supuestos testimonios sobre el impacto del cambio, desde un feliz trabajador que se disfraza cada año de Papa Noel y festeja este marco más favorable para su labor hasta un perjudicado empresario de turismo francés que ve su actividad en picada porque los turistas buscan la vida playera y los cocoteros. Más allá de lo temático, sin duda el corto ya deja traslucir un talento cinematográfico que va desde la construcción visual, sus tonos y climas a momentos que son puro cine más allá de lo que se narra en sí, como lo es el final del mismo. [Puede verse en línea en: https://vimeo.com/9970440]

Además de otro cortometraje posterior como A Copa do Mundo no Recife (2015), un largometraje titulado Crítico (2008), surge un film particularmente insinuante e interesante, Sonidos vecinos (O som ao Redor, 2012). En una suerte de panóptico foucaultiano, el clima de sociedad de control que lucha contra la inseguridad lo invade todo y la mirada y la convivencia con el otro se vuelven elementos fundamentales.  Sin duda el gran éxito de Mendonça Filho fue Aquarius (2016, disponible en Netflix) que fue en su momento estrenada con mucha repercusión en el Festival de Cannes, con muchas buenas críticas y premios, también por la festejada vuelta a la pantalla grande de la estrella brasileña Sonia Braga con un papel a su medida. Se trata de Doña Clara, una mujer fuerte, que viene de superar un cáncer de mama (como lo deja a la vista un impactante plano del film) que emprende una nueva lucha, la de quedarse en su departamento del edificio Aquarius, un edificio en la recoleta Boa Viagem de la rambla de Recife, frente al mar, que refleja esplendores de otro tiempo y que una empresa inmobiliaria quiere demoler para construir sobre él algo que consideran más afín a la estética de la época. Esta verdadera batalla se torna una de las tantas formas de resistencia que ella asume, como también, entre otras, es la de seguir siendo fiel al deseo, lo que la vuelve un emblema de nuevos lugares femeninos. Su casa es su historia (y la de una ciudad, y la de un país) y es todo eso lo que se pondrá en circulación en esta lucha por su espacio y sus experiencias de vida a contramano de las ambiciones de un sistema que se ubica en una escala por fuera de lo humano.

En Bucarau también se trata de espacios que buscan ser borrados e invadidos (los westerns, también los actuales, ponen en juego una poética del espacio). Con una impronta que combina el cine de género (varios géneros y versiones de ellos) con el estilo del director (Dornelles era su diseñador de producción en trabajos previos) se trata de una película distinta en la cartela que sin duda no es para todos los gustos, ni siquiera entre quienes disfrutaron alguno de sus films anteriores. El título se refiere a un pueblo inexistente en la vida real, ubicado ficcionalmente al norte de Pernambuco. Allí, vive una comunidad que se encuentra en una ceremonia de despedida de una matrona del lugar. Ya con solo esta primera escena tenemos nuevamente este “estado de cine”, un plus de potencia, una capacidad excepcional para construir, con este momento, fragmentos de formas de vida, con sus costumbres y sus rituales, un ambiente, algo que traspasa la trama. También aparece allí, enojada con la muerte de su amiga y alcoholizada, Domingas (Sonia Braga), médica del lugar, se presentará para blasfemarla por su partida. Ingresamos a esta ceremonia, y al relato, a través de la joven Teresa, la nieta de la difunta, que viene como acompañante del conductor de un camión cisterna que se abre paso en el simbólico “sertão” brasileño. El clima interno se va impregnando, un accidente de una camioneta que lleva ataúdes, presagia la acumulación de muertes. Teresa, que lleva con ella vacunas y medicamentos, mira expectante ante los señalamientos de lo que está pasando en la zona. No entendemos del todo, pero nos vamos adentrando; poco después, en el pueblo, a los extraños sucesos se sumará que, sin haberlo notado ellos, el camión pierde el único acceso al agua que tiene el pueblo, puesto que se cuela por los orificios de impactos de bala que no habían percibido.

Así se inaugura este film, con componentes de tipo folclórico local, como diálogo con leyendas, tradiciones y con forma de mitos orales que van siendo transmitidos, y actualizados. Sin embargo, nada puede ser aquí etiquetado ni inmovilizado, ni siquiera en términos de registros visuales. En este sentido es destacable la fotografía de Pedro Sotero, dado que allí esta película encuentra mucho de su poder. Porque en este pueblo que de pronto deja de figurar tanto en los mapas de la escuela del lugar como en el Google Maps de los celulares, nos encontramos también en la iconografía de un western, con las ideas de “civilización” y “barbarie” que son confrontadas y problematizadas. La ubicación temporal explícita nos proyecta imprecisamente hacia adelante, sin embargo, el film nos ubica en un conflictivo diálogo con un presente brasileño y con un bagaje histórico y una producción artística y cultural que nos conduce hacia el pasado. De esta forma, los múltiples regímenes temporales se entrecruzan haciendo proliferar, en el mismo, nuevos sentidos menos polarizados de lo que puede pensarse si sólo se da un rápido vistazo a lo que se cuenta. Si bien la película nos anuncia que se trata de un futuro no muy lejano, y aunque fue rodada previo a las elecciones que dieron el poder a J. Bolsonaro, la capacidad que tiene muchas veces el cine y los artistas se vislumbra aquí por la anticipación de su planteo. Y, finalmente, el pasado se presenta de dos formas muy marcadas y fundamentales para pensar la misma. Por un lado, en términos cinematográficos (y en muchos casos también literarios), las relaciones de la misma con la corriente artística del Cinema Novo (de fines de los años 50 y comienzo de los 60), y, en particular, el fundamental Glauber Rocha, son ineludibles y nodales. Cabe recordar que una frase que sintetiza en parte las intenciones de este movimiento, además de crear una cinematografía propia, fue: “un cámara en la mano y una idea en la cabeza”. La filmografía de Rocha fue central para el cine brasileño y la recuperación del western clásico y el espagueti para explorar el propio universo del sertão del norte del país, con su iconografía y temas, con los “cangaceiros” (bandidos de bandas armadas por fuera de la ley de los años 30) como en Dios y el diablo en la tierra del sol (1964) entre otras.

En Bacurau se está perdiendo la calma y hasta tiene lugar la aparición de un plano en el que se ve una suerte de plato volador (¿es ciencia ficción? ¿vienen extraterrestres?), que desconcierta y que pareciera hacer alusión, también, a un cine clase B. Se trata, sin embargo, de un drone, propiedad de un grupo de tipo “supremacista” ario vestido como combatientes americanos adictos a las armas, que viene a destruir y apoderarse de este pueblo. El “capitán” de esta banda, encarnado por el actor alemán Udo Kier habla por sí mismo. Actor (y pareja) del emblemático director alemán R. Werner Fassbinder, también es referencia de un gran número de películas de Lars Von Trier así como de cierto cine de terror y vampiresco.

A partir de aquí, la idea de un planteo distópico de ciencia ficción abre paso a un relato fuertemente político, a una historia de conquista que, casi como en algunos films de Tarantino donde se invierte el contenido de la historia de los débiles y los fuertes. Como la lucha de la propia Parasites (ganadora de la Palma de Oro en esta misma edición del festival), que también posee, como se comenta en el artículo sobre la misma, una actualización del western. Como en este caso, la violencia aflora y corre la sangre de forma más descontrolada y caricaturesca que en cierto momento del spaguetti western (también con alegorías políticas) o hasta de las versiones tarantinescas del mismo. Como puede remitirse, también, al cine televisivo de los sábados de súper acción. Tampoco deberían dejarse de lado sus conexiones con otro de los indiscutidos films del año, Joker, con el caos que se apodera de todo y, sobre todo, estalla un status quo. Coincidencias que no parecen azarosas sino más bien sintomáticas de un “Zeitgeist”, un clima de época, un sentir contemporáneo.

Sin embargo, no se trata aquí sólo de una rebelión, sino que el llamado del líder popular insurrecto Lunga (Silvero Pereira) (que se refiere al Che Guevara), que está siendo buscado por las autoridades, la caza de un intendente corrupto que no le otorga agua al pueblo pese a las promesas de campaña (pero sí alimentos vencidos y medicamentos dañinos), forman parte de una historia de resistencia a una (nueva) re-conquista. De hecho, Lunga lleva consigo las cabezas de los invasores, imagen representativa históricamente de la forma de exhibición de los insurrectos vencidos. El museo del pueblo, que nadie visita, terminará siendo el que poseía la clave de la escritura de la historia comunitaria del lugar y el terreno espacial de confrontación final.

Algunas escenas, como el encuentro entre el capitán de los mercenarios y Domingas cuando éste viene al pueblo, o el de cierto tipo de chamán que entrega psicotrópicos a los habitantes para poder luchar mientras cuida las plantas desnudo con su mujer,  más allá de su lugar en la trama dejan claro que el terreno de este film no será uniforme y que en ciertos planteos no se estará exento de caer en algún simplismo, pero una cosa es segura y es que en esta irregularidad lo que no falta es cine a cada paso.

 

 

Tráiler Bacurau

FOTOGRAMAS

Momentos de una carrera

Recife frío

Kleber Mendonça Filho
2009

Sonidos vecinos

(O som ao Redor, K. Mendonça Filho)
2012

Aquarius

Kleber Mendonça Filho
2016

El caso Richard Jewell

(Richard Jewell, Clint Eastwood, 2019)

Lo primero para decir sobre Clint Eastwood es que pocas personas conocen al cine como él.  Con una exitosa y prolífera carrera como actor, director, y productor, a sus 89 años no parece tener ninguna intención de detenerse. Por el contrario, con su último film, vuelve a la representación cinematográfica de hechos reales, al remontarse aquí al caso de Richard Jewell, un guardia de seguridad de Atlanta que en un concierto que tuvo lugar en el marco de los Juegos Olímpicos de 1996 encuentra una mochila suelta que resulta estar cargada de explosivos. Es entonces que ayuda a armar un perímetro logrando salvar la vida de mucha gente y evitando un accidente aun peor. Sin embargo, es considerado un héroe por muy poco tiempo.

Clint Eastwood y la historia del cine.

La carrera como actor de Eastwood parece forma parte del personaje principal de la actual Había una vez en Hollywood de Tarantino (Once upon a time in Hollywood, 2019) que juega, por su parte, con el título (Érase una vez en América, 1984). Como el Rick Dalton (Leonardo Di Caprio) de Tarantino, Eastwood comienza a ser actor del género conocido como spaghetti western, y es el protagonista de un infaltable del género: Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964) del a partir de allí célebre Sergio Leone con quien filma en 1968 El bueno, el feo y el malo pocos años después. A partir de allí formará parte de muchos más “western spaghetti”, películas italianas diversas, westerns americanos y films de acción, siendo otro clásico de entre ellos Harry el sucio (Dirty Harry, Don Siegel, 1971).

En su rol de director, es conocido en el ambiente como “one man shot”, un hombre de una sola toma que posee más de treinta y cinco producciones audiovisuales que tienen en común una estructura que hace honor a lo que se conoce como cine clásico americano. El mismo puede ser pensado no sólo como el cine de una época sino también como una forma de “hacer cine”. La misma suele basarse, en que, en la mayoría de los casos, esta clase de cine suele construirse en base un argumento sólido que es la columna vertebral del film y una fuerte estructura causal (una conexión de causa y efecto entre escenas y fragmentos), que se dirige al cumplimiento de una meta. El objetivo a cumplir por parte del personaje principal que debe luchar para la conquista del mismo y que posee, a la vez, una línea argumental personal que puede ser de pareja, familiar, etc. Entre otros rasgos, la cuestión del delineamiento del personaje central suele ser fundamental, dado que éste transita un arco de construcción en relación a las consecuencias que sufre en su personalidad en busca del logro de su meta.

El tópico del hombre común al que le suceden sucesos extraordinarios y se convierte gracias a ellos en héroe fue muy explorado por este cine estadounidense y, en particular, por este autor cinematográfico. Algunos buenos ejemplos de ello podrían ser: Million Dollar baby (2004) (excepcionalmente una mujer en este caso) (obtuvo por ella un Oscar como mejor director), Invictus (2009), J. Edgar (2011), El francotirador (2014), Sully (2016) 15:17 tren a París (2018), entre otras. Lógicamente, sus temas no se agotan en ello y supo también visitar distintos géneros cinematográficos bajo el modelo antes planteado, como lo hecho en destacados films como Los imperdonables (1992) que le valió, entre muchas nominaciones que recibió en su carrera, el Oscar a mejor director, Río místico (2003), Los puentes de Madison (1995), Cartas desde Iwo Jima (2006), El gran Torino (2008), La Mula (2018), entre muchos otros.

¿Quién es Richard Jewell?

En este film Eastwood vuelve a la idea del personaje común que transita el duro y cansador camino del héroe. Para hacerlo toma un caso más bien pequeño, y nos conduce a irlo transitando día a día con el protagonista. Se trata de un hombre que vive en Georgia con su madre, que suena con ser policía y hace más de la cuenta para lograrlo. Un hombre que de alguna manera es una condensación de cierta tradición respecto a las armas y el lugar de “la ley y el orden “en los sectores conservadores de la sociedad americana. Un muchacho sureño armado hasta los dientes (su respuesta frente a la inquietud de cómo es posible que tenga todas esas armas que dice son para la caza es simplemente: “estamos es Georgia”), y en tierras donde se habla de llevar al culpable a la silla eléctrica. Su admiración y respeto por las fuerzas policiales y de investigación es absoluto y ello le juega en contra, tanto como su forma de vida. Las actuaciones de Paul Walter Hauser, en su primer protagónico, como quien, a modo de reconocimiento, le da título a la película, y de su madre encarnada por Kathy Bates posee una gran verosimilitud y, a la vez, a su modo, no está exenta de una genuina ternura. Es que todo en Richard conjuraba para ser el “perfecto culpable’, un héroe frustrado por su aspecto, forma de vida y por sus excesos que había sido relegado de la fuerza policial y sólo quería volver a ella. La torpeza e idiosincrasia del personaje le otorgan un gran relieve a la composición actoral. La idea del ascenso y la posterior caída del héroe se plasma claramente aquí cuando pasa de ser el ídolo máximo a, de la noche a la mañana, todos comienzan a verlo como un loco solitario que coloca explosivos. Pero además de su madre, Richard conoce a otro hombre ubicado en un lugar de diferencia, el abogado que lo defenderá en el caso, Watson Bryant (Sam Rockwell, también presente en la actual Jojo Rabbit).

Sobre Eastwood y su película recayeron también ciertas críticas. Señalado muchas veces por conservador con cierta tendencia chauvinista, y dada su conocida pertenencia al partido Republicano, algunos ven en el film una deliberada voluntad de hacer hincapié en que esto tuvo lugar durante el período presidencial del demócrata Clinton.  Resulta desgarrador, en ese sentido, el discurso de la madre de Jewell apelando al propio presidente y rogándole que tenga piedad y detenga la persecución hacia su hijo. En tiempos de Me Too en Hollywood, un personaje que causó bastante polémica fue el de la periodista del diario The Atlanta Journal-Constitution, Kathy Scruggs (Olivia Wilde). En la construcción del guión de Billy Ray, basado en el relato de Marie Brenner, es retratada como una mujer que se vale de favores sexuales para conseguir sus primicias. Sin embargo, familiares, amigos y miembros del diario, aseguran que se trata de una falsedad que revela una mirada misógina dado que existe una historia real detrás que no da cuenta de esto. Además, la periodista fallecida por sobredosis a los 44 años, ya no está para defenderse o relatar lo sucedido. Si bien se trata en una construcción ficcional que adapta los sucesos a un drama cinematográfico, es cierto que cuando existen hechos reales de por medio la mirada sobre ellos también implica cuestiones extra-cinematográficas relacionadas con la ética. Así lo entiende también este realizador cuando construye una crítica furibunda sobre la manipulación que pueden ejercer los organismos gubernamentales en conjunción con los medios de comunicación.

 

Tráiler El caso Richard Jewell

FOTOGRAMAS

Momentos de una carrera

Por un puñado de dólares

Sergio Leone
1964

Los imperdonables

Clint Eastwood
1992

Río Místico

Clint Eastwood
2003

Million Dollar Baby

Clint Eastwood 
2004

Cartas desde Iwo Jima

Clint Eastwood
2006

La mula

Clint Eastwood
2018